El joven poeta “cuyo nombre se escribió en el agua”
Leer a John Keats es experimentar un placer estético que te
transporta a otros mundos. Sus ambientes ubican al lector en una historia
remota, plena de fantasía, de mitos y que, a su vez, tiene su raíz en situaciones
estrechamente ligadas a realidades humanas concretas.
John Keats |
Con abrumadora elegancia
y una técnica admirable -adquirida por méritos propios y que ha sido equiparada
a la de Shakespeare-, sus versos son también narraciones sobre universales,
cuentos que ubican al poeta en ese neblinoso territorio intermedio entre la
ensoñación y la realidad. El leit motiv es una pugna vertiginosa entre poesía, poeta y filosofía, que
enaltece el sufrimiento humano como forma de dejar aflorar la creatividad.
Se cumplen dos siglos y dos décadas del nacimiento del poeta
inglés John Keats (Londres, 1795- Roma, 1821). Condenado por su juventud y su canto al amor
adolescente, por su relación con la intelectualidad liberal y por una falta de acercamiento a los temas de la
sociedad de su tiempo, Keats ha quedado, sin embargo, como uno de los autores
que dotó de una profunda personalidad al Romanticismo, lejos del arquetípico poeta maldito. En España fue muy poco reconocido respecto a sus contemporáneos.
Sin mostrar un exceso de
adoración al yo, el poeta bebió del
entorno, buscó la creatividad en el impulso, tendió la mano a la mitología
clásica con su potencia intuitiva. Cultivó una constante pasión por la
comunicación con la Belleza, un ideal que consideraba alcanzable desde la
propia naturaleza.
Esa tensión entre imaginación, razón, poesía y filosofía
queda reflejada en Lamia (seductor mito
clásico conocido por chupar la sangre a los niños), en la que los tres
protagonistas (Lamia, Licio y Apolonio), son identificados con la poesía, el
poeta y el filósofo, respectivamente. El este relato poético, la racionalidad asignada al pensador supone una traba al ideal.
Lamia, John William Waterhouse (1905) |
“… Licio, feliz, sentado en el lugar de honor
solo tenía ojos para Lamia hasta que,
saliendo de su trance amoroso, tomó
una copa repleta hasta los bordes,
buscó, en el lado opuesto de la mesa,
la mirada fruncida de su antiguo maestro
y brindó a su salud. El filósofo calvo
mantenía la vista fija, sin ningún guiño,
en la angustiada novia, intimidando
su belleza, inquietando su delicado orgullo”.
Lamia (John Keats- Editorial Reino de Cordelia, 2012)
Sus primeros maestros fueron Shakespeare, Spenser y Milton,
estuvo relacionado con Wordsworth y Coleridge y fue defendido encarecidamente
por Percy Shelley o Lord Byron. Tan intenso fue el concepto que Shelley tuvo de
Keats que cuentan que el cadáver del Shelley -ahogado en Livorno- apareció con
un volumen del poeta inglés en el bolsillo.
Aprendiz de cirujano, estudió Medicina en el Guy´s Hospital
de Londres, graduándose en Farmacia. A los 21 años decidió dedicarse a la
poesía. Se enamoró de Fanny Brawne y, cuando apenas contaba con 25 años, la
tuberculosis truncó su posible matrimonio.
Aunque sus escritos se remontan tiempo atrás, en tan sólo cuatro
años plasmó su pulsión poética a raudales. La crítica se cebó con él, sobre
todo tras la publicación de Endymion (1818), la historia mítica de un pastor
seducido por una deidad lunar. De ambiente
bucólico, el poeta ya alude aquí a la Belleza como única vía para la aceptación
del destino.
En el desolado panorama en el que los tritones fueron
desbancados por los dioses del Olimpo se desarrolla Hyperion (1820), una de sus obras maestras. La intensidad de los
versos hace que el lector vuele sobre los escenarios en los que Hyperion, Dios del Sol, intenta levantar
los decaídos espíritus de sus compañeros caídos.
La conquista del arte
Además de los Sonetos,
dedicados a amigos, familiares y maestros (algunos también profundizaron en el
proceso poético y la condición humana), las Odas
de Keats (escritas entre abril y mayo de 1819), se han convertido en elevadas
manifestaciones del sentimiento de fracaso y la limitación humana y artística. De
entre las más bellas encontramos Oda a Pisque,
Oda a una Urna Griega y Oda a un Ruiseñor -de la que mostramos
aquí un fragmento-:
VIII
“…. ¡Adiós! La fantasía, geniecillo embustero,
no es tan buena engañando como su fama indica.
¡Adiós! ¡Adiós! tu himno lastimero se pierde
más allá de estos prados, sobre el arroyo quieto,
ladera arriba, y luego penetra hondo en la tierra
de los
claros del valle colindante.
¿Fue aquello una visión o un sueño de vigilia?
Ya se esfumó esa música. ¿Duermo o estoy despierto?”
Odas y Sonetos (John Keats- Ediciones Hiperión, 1995)
En esta oda el tema recurrente es el arte, el momento del
rapto que dará lugar al proceso creativo para entrar en la región atemporal del
mito. La muerte representa este paso, pero, al final surge la posibilidad del
engaño. La pregunta es del todo arrolladora: ¿Alcanzamos lo sublime a través
del arte o éste solo supone una evasión momentánea de la realidad?
Entre las obras poéticas más significativas de Keats podemos
encontrar Sueño y Poesía (1816), Endymion; un romance poético (1817), Hyperion (1818), La Víspera de Santa Inés (1819), La Belle Dame sans Merci: una balada (1819), Oda a Psyche (1819), Oda a un ruiseñor (1819), Oda sobre
una urna griega (1819), Oda a la
melancolía (1819), Oda a la
Indolencia, (1819), Lamia y otros
poemas (1819), Al Otoño (1819) y La caída de Hyperion: un sueño (1819).
La Belle Dame sans Merci, Frank Dicksee |
John Keats fue enterrado en Roma en 1821. En su tumba puede leerse: “Aquí yace alguien cuyo nombre se escribió en el agua”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario